miércoles, 25 de febrero de 2015

Las voces que no callan. Poesía de Omar Ortiz

Las voces que no callan



Jaime Priede, el traductor de ese extraordinario libro, titulado: Antología de Spoon River, afirmaba que Edgar Lee Master inventaba sus personajes a partir de los nombres que leía en las lápidas de los cementerios.

Parafraseando a Priede, podemos decir que el poeta Ómar Ortiz Forero, en su exquisito libro, titulado: Diario de los seres anónimos (Editorial La Mirada Malva, 2015) recrea sus personajes a partir de los nombres enigmáticos que deambulan en su pueblo.

Son hombres y mujeres de carne y hueso que nunca han tenido voz, y les ha tocado vivir en el limbo de la vida; en aquella línea de sombra donde se confunden la vida y la muerte.

Por el Diario, que podría ser, así mismo, el teatro de nuestras vidas, discurren unos cincuenta personajes maravillosos, llenos de humor y patetismo, que en medio de una violencia crónica, están sedientos de amor y hambrientos de vida.

Por allí deambula Lino Mora, el propietario de circos de pájaros y nubes; Ifigenia Franco, la dibujante de corazones, golondrinas y sueños livianos; José David López, el voceador de periódicos; María Luisa de la Espada, la exterminadora de indios; Agobardo Potes, el padre de una docena de hijos naturales; Evangelino Zuluaga, el músico celestial; Jaime Lázaro, el dueño de una destilería de güisqui que resucitó dos veces; el loco Ceballos, jefe de policía, de traficantes y bandidos, a quien no le entraban las balas; el negro Marín, que siempre lo confundían con Jorge Isaacs; Dulima Mondragón, que casó con Walter, el fabricante de condones inútiles; Florita Franco, la modista que con su máquina Singer (como en el poema “Una carta rumbo a Gales” de Juan Manuel Roca), quería viajar al fin del mundo; Enrique Uribe, lotero de profesión y bisnieto de Rafael Uribe Uribe, a quien lo mataron de hachazos subiendo las escalas del Capitolio Nacional; Marcial Gardeazábal, el librero de un pueblo de analfabetos, que espera desde ultratumba que su nieto, Gustavo, termine con éxito la saga literaria que prometió; Nilsa Polanía, la hotelera que fornicaba con la clientela; Julio César Patiño, el sepulturero que vivía colmado de trabajo; y Edgar Lee Master; a quien el poeta Ortiz Forero invita a participar en el libro.

Diario de los seres anónimos es un poemario lleno de imágenes ricas y con referencias claves a aquellos poetas infernales, que como Dante, Rulfo y Lee Master, se han aventurado por las tierras del Hades, que no siempre están en el más allá, sino aquí, entre nosotros.

Omar Ortiz
Con Diario de los seres anónimos, Ortiz Forero ha inventado su Comala, pero a diferencia de Pedro Páramo donde Rulfo describe un mundo de muertos, el poeta colombiano dibuja el mundo de los vivos con sus tragedias y sus pasiones.
En el texto introductorio del Diario, titulado: “El curioso compilador” el poeta, que figura como narrador y fisgón de la vida, advierte al lector que este breviario es fruto de su “ociosidad y de su ingenio”. Y arriesga tres cualidades tempranas que debe tener todo escritor: una obstinada pasión por la belleza, un exagerado apego a sí mismo y un notable apetito por la desmesura y el engaño.

Estas tres cualidades del escritor están presentes en el poemario de Ortiz Forero. Diario de los seres anónimos es un libro de una belleza extraordinaria; una obsesión del poeta por esculcar su propia vida a través de la vida de los otros; y un notable  deseo por resaltar la vida exagerada y engañosa de sus personajes.

En estos tiempos donde abunda tanto poeta y muy poca poesía, vale la pena que el lector se acerque a este breviario, a este teatro de la vida que hoy nos presenta el poeta Ómar Ortiz, donde desfilan vivos y muertos, y se estila el licor a borbotones, la risa y el encanto.




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