jueves, 17 de julio de 2014

En torno a Resolana de Mariela Griffor


por Jorge Etcheverry

Título de la obra: Resolana
Autor: Mariela Griffor
Tapa blanda: 58 páginas
Editorial: El Taller del Poeta,
Colección EXILIO (diciembre 2013)
Idioma: Español
ISBN-13: 978-84-941529-4-8
Depósito legal: PO 466-2013

En el mundo actual de nómadas y expatriados, de migraciones y trashumancia, el exilio no es excepcional. El filigrana complejo y abarcador de la novela parecería ser el instrumento más adecuado para crear un patrón que abarcara a todas esas odiseas, al absorberlas, digerirlas y expresarlas. Pero sin embargo es la poesía y no la novela la que puede representar todo eso muchas veces fragmentario en la forma mejor y más rápida. El golpe de estado en Chile en 1973, por las particularidades históricas e institucionales del país, y el exilio que ocasionó, que incluyó prácticamente a la intelligentsia del país, fueron dos caras de un evento que dejó una profunda impronta en América Latina y el mundo.  Las vicisitudes del exilio, de la solidaridad contra la dictadura, la comparación sempiterna con el mundo originario, siempre erizado de anécdotas muchas veces dolorosas  y trágicas, dieron fruto en los diversos países y regiones que cobijaron a las comunidades exiladas.  En el caso de las autoras chilenas exiliadas, entre ellas Mariela Griffor, la dimensión del género es un elemento importante y definitorio. Pero no es la constelación  temática de la memoria, la nostalgia, la comparación del aquí y el allá, el compromiso, el cuerpo y estatus femeninos como campo de batalla, la relación afectiva, que en este libro es muy presente y determinante,  lo que en definitiva realiza al poema en la lectura, aunque formen las bases de su producción. Es el modo de articular y presentar estos temas lo que producirá la empatía, la mímesis, en cada caso particular.  En este poemario, y en parte para llegar a digerirlos, se intentan diversas maneras de indagar, reflexionar, definir, comprender y presentar la experiencia del golpe y el exilio, y cuyo rescate, preservación y exorcismo constituyen esta resolana, este fulgor ambiguo que no extingue. Así, se va desde el largo poema conversacional y enumerativo, hasta una concisión extrema. En "Capitán" (p. 18) vemos un poema largo y polifónico, y en cambio en "Cómo empezó el caos" (p.27) vemos cuatro versos y una sola imagen:

Una mariposa volando
a través de Santiago
en un día de lluvia
en el mes de Septiembre

Quizás por la recuperación de la literatura y la poesía, para usar el lenguaje guerrillero, o su devolución, a los grupos a que expresan y que las producen, legitima los discursos literarios, y luego de la primera valoración por su pertenencia al grupo originador, los textos tienen más necesidad aún de valorarse por sus “cualidades internas”, como hubiera dicho Pound. Porque solo así se realizan en su lectura. En algunos de los poemas entre los 29 de este libro, la autora logra establecer una constelación de los diversos elementos de contenido en torno a un hilo conductor del poema, que se entrega de manera directa y por así decir llana. Por ejemplo, en el poema "Capitán" (p.28), es la ilación experiencial de la hablante la que enlaza los diversos motivos y alternativas que se enlazan en su experiencia del exilio, que se despliega en un diálogo cuyo interlocutor es Neruda, al que se intimiza como confidente: "¿Qué me dirías Neruda/si te contara todos mis secretos?" Así se inicia este poema. En general, las alternativas del proceso vital desencadenado por la experiencia del exilio llevan hacia una equivalencia de la experiencia vital y la expresión emotiva de la poeta (o su voz) con la colectividad y sus avatares. Esto queda de manifiesto en el análisis somero y quizás impresionista de algunos poemas de la autora incluidos en este libro.

Si tomamos por ejemplo "Amor en tiempos de guerra", veremos cómo el proceso político de la revolución frustrada se  personaliza y se intimiza en un nosotros:

Nos ha quedado una alegría pendiente
se quedó entre montes y valles
de este pueblo combatiente
No ceses el fuego ahora
no ceses de luchar
que aún tenemos muchos años
para los anhelos candentes 

Así, la única resolución del conflicto o la faena histórica que —o fue— la revolución sólo llega a dar fruto, o incluso se plantea, dentro de la relación amorosa, que comporta como elemento importante al compañerismo. La culminación afectiva y emotiva equivale a, o internaliza, el proceso social revolucionario, que se revela a la postre triunfante, ya que la derrota histórica de la revolución es transitoria y se vincula a la esperanza y el deseo, todavía vivos.

La segunda estrofa, aterrizada en el presente y por así decir más alejada o distanciada del proceso, es a la vez más objetiva:

Dice la voz interna:
Lo mismo cada día
yo no hago caso, sobrevivo
día a día,
no me preocupo más de los sueños
de tenerte siempre cerca
de saberte siempre mío
hasta que es tarde
y la mano fría de la muerte te recoge

Y la tercera estrofa hace extensiva a todos esta contradicción, o a lo mejor integración, o que se resuelve en integración, entre el pasado y el presente, la memoria y la esperanza. Esta situación es personal, a la postre individual, pero se realiza plenamente solo a nivel de la colectividad, es decir esa dimensión universal ínsita en la poesía y que de alguna manera también abarca al lector, aquí indirectamente apelado, quien por el acto de lectura pasa a formar parte de esa colectividad (universal), ya que efectúa un “compromiso” por el acto de lectura

Ahora le digo a todos
aquellos de alegrías pendientes:
no dejes que voces extrañas
te confundan de lo que sabes
no dejes para mañana
lo que bien puedes hacer hoy”…

Así,  la autora se va construyendo como auténtica poeta, testigo y portavoz del exilio y los compromisos y avatares que implica.

Una dimensión crucial e inevitable de la poesía exilada es el desarraigo y por ende la anfibología del sujeto poético. Sus vicisitudes son más intensas en el exilio que en la inmigración, por el carácter impuesto del primero, que agudiza el desgarro o dislocación que acarrea el desarraigo.  La dimensión existencial del trasplante, la fluidez identitaria que lo acompaña, su lucha por mantener el núcleo de la identidad originaria, son elementos ya paradigmáticos, pero que configurados y reformulados por la poeta en este libro adquieren particular eficacia. Por ejemplo tenemos el poema "Camaleón", donde ya desde el título se predetermina de algún modo la lectura del poema, ya que el camaleón cambia solo su apariencia, según su acepción popular, “cambia de colores según la ocasión”, como dice la letra de una conocida pieza bailable. Porque las circunstancias de la escritura —el aquí y el ahora— en que se vive, no logran suplantar ni comprometer el meollo originario —un compuesto ideológico, cultural, afectivo, lingüístico y geográfico que permanece pese a la adaptación exterior o aparente de la emisora poética: “anoche soñé que me americanizaba/y me llenaba de sílabas que no podía pronunciar/y que no podía traducir…y que compraba el NY Times/en vez de leer La Tercera Online…y me vi que corría al Café Caribou/para mi café sin cafeína…¡Oh my Goshhhhh!”. Y la emisora poética se pregunta “¿Cómo voy  vivir sin/mis sabores a mar” y se universaliza “y pueda ser yo misma/con mi gusto por sílabas…/nasales, pensando solo en los fermentos/de la escondida lengua humana?”. El idioma de origen nacional se vuelve idioma original, edénico, primordial….

Iván Carrasco M. define así a la literatura del exilio: Aparecida durante el período de la dictadura y la pos dictadura militar, obligada a dialogar con otras lenguas y culturas, caracterizada por la violencia descrita o implícita, la codificación plural de los textos, en español de Chile y lenguas europeas modernas, sobre todo el inglés, la aculturación, el desarraigo, etc.” (La literatura intercultural y sus expresiones en Chile, Universidad Austral de Chile, 2005), lo que aquí queda patentizado, ya que la inserción exilada cultural, cotidiana y lingüística en el idioma que se habla es obligada, pero puede ser superficial. No hay un compromiso profundo, es más bien un asunto de supervivencia. El autor cita a M. Teresa Cárdenas, según quien el exilio “ se transforma en un método de sobrevivencia física, económica y mental”.  El poema "Conclusión"  (p. 28) ofrece una manifestación de la necesidad de sesta supervivencia: “La vida comienza cuando uno se dedica/a sacar afuera lo muerto,/es como la renovación de células”, ya que “lo que vale aún lo llevamos por dentro,/lo que se quedó incrustado/en la tela de araña de los sueños”, pero esa supervivencia, otra vez, necesita de lo colectivo, ya que “falta la fuerza de todos unidos/y los rayitos de sol en la madrugada”. La condición del exilio, sin embargo, pese a su núcleo originario, a esa tozudez de permanecer, al ser concreta y desarrollarse en un medio en el que a la postre hay que vivir y con el que hay que negociar, está siempre amenazada  de disolución y fragilidad, “No me gusta la sensación del miedo/a perder lo que es mío, lo adquirido con sacrificio y saña”. Con sacrificio, porque la situación originaria del exilio, el Nacimiento del caos, que se mencionaba más arriba, es impuesto, no elegido, “me he quedado atada al pasado/inmovilizada ante el dolor y la impotencia” (Cristal quebrado, p.30) en ese camino uno puede perderse. Porque el exilio nace originalmente de la asunción de un sueño.  Y en definitiva  siempre se implica el desarraigo y la trashumancia que impulsa a recorrer “horizontes perpetuos” (Cristal quebrado). A la postre, el exilado es siempre “…un extranjero/que sólo transita”.


Mariela Griffor nació en la ciudad de Concepción, Chile. Asistió a la Universidad de Santiago y la Universidad Católica de Río de Janeiro. Dejó Chile para vivir en un exilio involuntario en Suecia en 1985. Ella y su esposo estadounidense regresaron a los Estados Unidos en 1998 con sus dos hijas. Viven en Grosse Pointe Park, Michigan. Mariela Griffor es cofundadora del Instituto de Escritores Creativos en la Universidad Estatal de Wayne y editor de Marick Press. Su trabajo ha aparecido en revistas de América Latina y Estados Unidos. Mariela tiene un bachillerato en periodismo y un master en Escritura Creativa de la Universidad New England College. Es la autora de House (Mayapple Press) y The Psychiatrist (Eyewear Publishing). Es Cónsul Honorario de Chile en Michigan.

Jorge Etcheverry Arcaya nació en Santiago de Chile en 1945, formó parte de la Escuela de Santiago y del Grupo América, agrupaciones poéticas de la segunda mitad de los sesenta, la primera de tendencia neo vanguardista y la segunda más "comprometida". Fue coeditor de la antología 33Nombres claves de la poesía actual chilena. En Canadá, donde llegó en 1975 debido al "`pronunciamiento" militar, fue uno de los fundadores y miembros del consejo editorial de Ediciones Cordillera, la editorial chilena en Canadá.

Sus libros de poesía son The Escape Artist/El Evacionista, Cordillera, Ottawa, 1981; La Calle, Sin Fronteras, Santiago de Chile en 1986; Tánger, edición conjunta de Cordillera en Canadá y Documentas en Chile, cuya versión en inglés apareció en 1997 en Ottawa y el librito A vuelo de pájaro: antología personal, de 1998. Mis textos poéticos han aparecido en las antologías 33 nombres claves de la poesía actual chilena, 1968, Poesía chilena contemporánea de Roque Esteban Scarpa et al. (1984), Literatura chilena en Canadá, de Naín Nómez (1982), Urgences, una antología de escritores latinoamericanos en Québec, Compañeros, por Hugo Hazelton y Gary Geddes, que fue una antología de escritores latinoamericanos y canadienses enfocada en Latinoamérica y en el número antológico de la revista Arc dedicada a la poesía chilena en Canadá, compilado por Luciano Díaz.  

miércoles, 16 de julio de 2014

Ana María Matute: El sueño de la ficción

ANA MARÍA MATUTE: EL SUEÑO DE LA FICCIÓN

POR PEDRO GARCÍA CUETO

BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA
Ana María Matute Ausejo (26 de julio de 1925, Barcelona - 25 de junio de 2014, Barcelona). Novelista y académica de la lengua desde 1996, ocupa un lugar preferente en la literatura infantil y juvenil española. Premio de Literatura Miguel de Cervantes 2010.
Formó parte de la generación de los “jóvenes asombrados”, nombre que ella misma acuñaría a los autores que reflejan la situación de la Guerra Civil en su infancia.
Escribió cuentos desde que era una niña. Tras cursar bachillerato, estudio Música y Pintura, decantándose finalmente por la Literatura. En 1943 escribió su primera novela Pequeño teatro, que sería publicada 11 años más tarde y con la que lograría el Premio Planeta en 1954. Con Los Abel sería finalista del Premio Nadal en 1947.
Muchas de sus novelas consiguieron los galardones más importantes de la literatura española. En 1952 gana el Premio Gijón, por Fiesta al Noroeste. En 1958 publica la novela Los hijos muertos, con la que gana el premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. Durante la siguiente década publica su trilogía Los Mercaderes, con Primera memoria sería Premio Nadal de 1959, Los soldados lloran de noche (1964), Premio Fastenrath en 1969, y La trampa (1969).
Durante la segunda mitad de la década de los 60 trabaja como lectora en varias universidades de EE.UU. y Europa, como Bloomington (Indiana) y Norman (Oklahoma).
Participó en 1988 en la exposición bibliográfica "Libros de España: 10 años de creación y de pensamiento", celebrada en París.
Fue miembro de varias asociaciones de hispanistas como la Hispanic Society of America, Sigma Delta Pi y Honorary Fellow de la American Association Teachers of Spanish and Portuguese. En 1996 es elegida miembro de la Real Academia Española, ocupando el sillón K de Carmen Conde por lo que fue la tercera mujer en ingresar en 300 años. El 18 enero de 1998 ingresó en la RAE con el discurso “En el bosque”.
En 2005, la 64ª Feria del Libro de Madrid, homenajea a la escritora con motivo de su octogésimo cumpleaños. La Universidad de Boston tiene en su biblioteca un fondo llamado Ana María Matute Collection guardado en Howard Gotlieb Archival Research Center Archives con manuscritos y documentos originales de la autora. Además desde hace más de 20 años, Ediciones Torremozas convoca el concurso literario "Ana María Matute" de Narrativa de Mujeres.
Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, lituano, polaco, francés, japonés, noruego, etc.
Ana María Matute muere el 25 de junio de 2014 en Barcelona.


LA NARRATIVA REALISTA Y LA FANTASÍA: DOS MUNDOS CONTRAPUESTOS EN UNA SOLA MIRADA

  Los hijos muertos, novela de 1958, ya trata el tema de la posguerra, de los hijos que van cayendo, seres que mueren, otros van al exilio, una realidad terrible que ya había expuesto en Los Abel, en 1948, donde daba cuenta de la lucha cainita en un país que se desangró en una tremenda Guerra Civil. La narradora, mujer de enorme sensibilidad, vivió el dolor de la guerra, el enfrentamiento entre familiares, lo que trasladó a sus novelas, donde las descripciones cobran ecos míticos, la muerte como un espacio de sueños y de sombras, visto siempre por una mujer niña, la gran novelista española.
   Para la autora, Primera memoria (1959), Los soldados lloran de noche (1964) y La trampa (1969), representan la necesidad de cantar la nostalgia de los seres que no han perdido la inocencia, seres abiertos al umbral de la noche, donde un mundo de sueños nace, tan ajeno a la realidad. Fuera vemos el dolor, la incomprensión, la intolerancia, la misma que había calado en nuestros ojos lectores en Fiesta al noroeste (1953), donde hermanastros se enfrentan, como si el silencio de Dios fuera total.
  En los ojos heridos de Ana María Matute, los seres desvelan su inhumanidad, se enfrentan a la codicia y al poder, pero también asombran por sus rasgos humanos, la compasión que nace entre hombres y mujeres arañados por el dolor de la Guerra.
   Pero la narradora no solo fue una testigo especial del horror de nuestra España, sino también una entomóloga de sus más íntimas contradicciones, dando forma a una narrativa poderosa, que ha dejado huellas a novelistas tan prestigiosas como Juana Salabert o Almudena Grandes, quien actualmente ha vuelto al tema de la Guerra, la posguerra y la miseria de unos años cuarenta inolvidables para todos los que los vivieron.
   Llegó luego la narradora del mundo fantástico, la novelista que dio luz a Olvidado rey Gudú, una entrada en la imaginación, en los sueños de una mujer que siempre se sintió niña, herida por la vida, entre otras cosas, por una larga depresión, tras un matrimonio con un hombre que la utilizó y que no la valoró en lo más mínimo, un vividor que dejó una gran herida en la gran sensibilidad de la novelista catalana.
   No hay que olvidar, Paraíso inhabitado, magnífica novela, donde los ojos de una niña, Adriana, perteneciente a una familia acomodada en la Segunda República española, se libera del horror y de la violencia creciente por la utilización de la fantasía, un mensaje que cala en el lector, solo la imaginación podrá librarnos de la burda realidad.
   Su labor de narradora de cuentos llega con El río (1963), un relato donde podemos sentir la devastadora dureza de la urbanización, ya que nos cuenta cómo una mujer vuelve a Mansilla de la Sierra, para ver el proceso destructor del mundo moderno, que ha cercenado tantos lugares hermosos de nuestro país, clara metáfora de la crueldad del ser humano, que desperdicia sus oportunidades, que no valora al otro, en donde prima el egoísmo y las ideologías, esa frontera tan peligrosa que nos llevó a la Guerra Civil y que queda en la retina de esta mujer herida por la vida.
    Como conclusión, decir que llevaba en el alma una ternura, una forma de ver el mundo, en los ojos de una niña, una persona que, conociendo la crueldad de la vida, se aferraba a la infancia, para no despertar de su mundo de sueños, donde nada podía romper la armonía del mundo.
    Se  encontrará ahora en un lugar idílico, donde pueda conversar con las hadas y las brujas de sus cuentos, donde la vida sea como un bosque, un lugar para permanecer y sorprenderse siempre de las cosas bellas que este tiene.
   Nos deja un gran legado, novelista que combinó, como muy pocas, las dos miradas, la realista, en las novelas citadas y las de la fantasía, donde lo importante era saber mirar la vida. Un legado que fue también el que nos dejaron Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa o Sánchez Ferlosio, una generación, la de los cincuenta, que hizo muy buena literatura, una generación que sufrió y vivió en una España cainita, que debemos, para siempre, superar. La gran novelista ya está en el lugar del rey Gudú, un espacio donde puede soñar hasta la eternidad.