miércoles, 22 de octubre de 2014

Dimitris Angelís: Poemas

Dimitris Angelís (Atenas, Grecia, 1973). Poeta y ensayista, Doctor en Filosofía y Director de la revista literaria Nea Efthini (2010-2013: núm. 1-16) y actualmente de la revista Frear (Pozo). Libros: Sobre la escritura (ensayo, 1998), Filomila (poesía, 1998), Una muerte más (poesía, 2000), Último verano (relatos, 2002), Aguas míticas (poesía, 2003), Estética bizantina (estudio, 2004), Corrientes ideológicas en la Antigüedad Tardía (estudio, 2005), En las fuentes de la filosofía bizantina (estudio, 2007), Aniversario (poesía, 2008), Con el revólver de Mayakovski (conversación sobre la poesía con D. Eleftherakis y S. Polenakis, 2010), Confirmando la noche (poesía, 2011). Su libro Aniversario ha sido premiado por la Academia de Atenas (Premio Porfyras) y fue finalista del Premio Nacional de Poesía.



Poemas de Dimitris Angelís
Traducción al español de Virginia López Recio




SIN TU FUEGO

Pesado el invierno en el corazón por la falta
de tu fuego
y el lobo que pasó de puntillas por la nieve del cuerpo
dejó poco antes de irse a los cedros
huellas tremendas de una incursión y de un amor indestructible
que últimamente solo encuentras en aquellos extraños
lugares:
en las flores muertas del bosque al amanecer y en las capas
vacías
que de vez en cuando pasean sombrías por la niebla de tu pensamiento
llevando en su mano oculta una espada
vengativa por tus continuas traiciones.
Cuando tu figura se refleja en las aguas,
los remordimientos te rodean con bocas ensangrentadas por cuanto
no hiciste
y, como mujeres vestidas de negro, llorando los cadáveres
sin sepelio en la orilla,
arrojan piedras al mar agitando tu frente serena. Y
no intentas en absoluto
dar explicaciones.

Sin el fuego que me prometiste, ahora yago sobre la
arena, cerca
de los despojos de mi caballo, miro las estrellas
aguardando impaciente que tus ojos incendiarios
brillen también esta noche
como faros gemelos adornando
mi siempre despierto duelo.




SEPTIEMBRE EN NUEVA YORK

«Y se hicieron sangre»
Apocal. 16,4.

Nunca más me niegues en septiembre
y apagues la luz antes de cumplir tus promesas.
Nombres de hombres siete mil, el resto asustados
en medio de la polvareda. Vi
a un hombre que caía quemado. «Un ángel de Aquerusia», dije,
tú me mostraste el río.
Y después al primogénito de los muertos, hermano en la paciencia
y en nuestra pena.
Y después a una mujer a un lado, labios pintados de sangre que
apostaban por la luna
que no volvería a dormir y que no olvidaría.
Porque cada piedra blanca que encuentras en el polvo
esconde grabado en una de sus caras un apellido
que nadie realmente sabe cómo lo arrastró el tiempo
a esta orilla y sobre esta concha
que te expulsa exiliado de tu propia ciudad.

Así, antes de irme
acepta también mi oscuridad. Porque ahora
son siempre en septiembre las despedidas más largas,
mas nunca hay perdón
solo velas encendidas, misas de difunto y ceremonias
y en la distancia, entre nuestras sábanas, montones
de nubes invertebradas, todo palabras
palabras conmovedoras y, sin embargo, innecesarias, condenadas
al olvido; palabras incoherentes.
Puesto que todos saben que tras el fuego
jamás hay perdón.

11/09/2002



PERSÉPOLIS
Fuerza y Violencia

«en todas partes pesadumbre y rumores varios»
Jueves, 1 de septiembre de 1922.

Destinado a una oscuridad más profunda, os esperaba para que me condujerais con látigos y vuestras espadas damasquinas al país de mi nueva morada. Murallas ciclópeas. Banderas hechas jirones y enormes huesos de antepasados esparcidos alrededor del lecho en el que por las noches duerme mi Enemigo. Madre Asia, tus ojos abiertos de par en par –
Se abre una puerta de bronce de la época de los sultanes:
Enfrente los dientes negros de las rocas e inmensas olas deshabitadas. El extremo del mundo, ciudad edificada con poder y con piedras, sobre los cimientos de miles de llantos infantiles. A entrar, pues, con honra: Señor y legislador mío, te doy las gracias por despojarme de la esperanza de vivir. ¡Que todo en tus actos sea sangriento, para siempre!
Insolencia de la voz. Gog y Magog, ¡no me despedacéis…! ¡Mi vida, una farsa, un destino inconcebible! Destinado a una oscuridad más ciega os esperaba: Tranquilo me bebí la leche de mi noche, apoyé con cuidado en la silla la corona de espinas y me tumbé con la vela encendida sobre mi pastel funerario, ya preparado. Seguro de lo fatídico, que se presenta en cualquier momento.
Señor y padre mío, nombre impronunciable, te lo ruego: Ahora que he llegado hasta aquí

siégame.




REGRESO

Lugares de mi lengua más verdaderos
en los musgos y en la verde sementera del pecho.
Bendición en mi pecho la gran herida. El
lago. El río.
Con esperanzas navegan las embarcaciones
río adentro
buscando en tus desembocaduras la fuente primera.

Así, devuelvo a la casa tu madera sagrada,
tu donación
pero ahora yo llevo los clavos, digo
tus palabras;
leo en las cartas cuanto me ocultabas durante años
con tinta invisible, jazmín y toneladas de tierra.

¿Acaso no ves cómo sangro? Ahora es tu turno
de llamarme «padre».



[Poemas del libro Aguas míticas, 2003]

viernes, 17 de octubre de 2014

Centenario de Nicanor Parra

EN EL CENTENARIO DE NICANOR PARRA: HUYENDO DE TODA TRASCENDENCIA

POR PEDRO GARCÍA CUETO

   Parra vive, ha cumplido cien años y su luz nos deja absortos ante esta presencia que vence al tiempo, como si fuese inmortal.



   Gracias a Roberto Bolaño, escritor de talento que se fue diluyendo en sus libros como si dejase un testamento tras otro en su vida enigmática y a Ignacio Echevarria, Parra decidió publicar sus Obras completas. El viaje a casa del escritor chileno por parte de los dos amigos fue un deslumbramiento, Parra de memoria impresionante, de simpatía desbordante, poeta y antipoeta, como sus antipoemas, porque ser poeta no lo es todo, ya que descifrar la vida lo une a la prosa, al ensayo y a la poesía, como síntesis de un pensamiento prodigioso.

   A la vuelta de aquella excursión a la casa de Parra, en Las Cruces, en noviembre de 1999, Bolaño pensó en la posible publicación de sus obras completas, la idea caló en Echevarría, gran enamorado de la literatura hispanoamericana, el cual, con la complicidad de Hans Meinke, al frente entonces de la editorial Galaxia Gutenberg, llevaron a cabo la empresa.

   Lo publicado fue fruto de la pasión de los dos amigos, porque la obra de Parra circula ante una idea, corrige, es el fruto de una pasión por el lenguaje, el cual siempre vuela alto y se posa en un papel para crear el poema, donde vive el aliento del escritor chileno.

   Nicanor Parra vive en Las Cruces, un balneario de la Costa Central, podemos ver desde la terraza de su casa la bahía, por su jardín viven los árboles, nobles y libres, como seres que se abrigan y abrazan para dar luz a la pluma ya centenaria del gran escritor chileno.

   La poesía de Parra nació de su mirada al mundo, no solo desde el humanista, sino desde el hombre de ciencias, no hay que olvidar que estudió Física teórica en Chile, EEUU y Oxford, el poeta siente el idioma como una ecuación que se resuelve en el poema, donde vive el enigma del lenguaje, poblado también de cifras y números. Son números inexistentes pero que podemos imaginar, tal es la magnitud de lo universal en el mundo de Parra.

   Libros como Cancionero sin nombre (1937) y Poemas y antipoemas (1954), son el resultado de su deseo de decir, de cantar a la vida, de expresar cómo ve el mundo el escritor chileno. Recordamos unos versos de su libro La camisa de fuerza (1969) cuando dice:
“¿Qué es la antipoesía / ¿Un temporal en una taza de té? /¿Una mancha de nieve en una roca? / ¿Un espejo que dice la verdad? / ¿Un bofetón al rostro de la Sociedad de Escritores? / ¿Un ataúd a chorro? / ¿Un ataúd a fuerza centrífuga? / ¿Un ataúd a gas de parafina? / ¿Una capilla ardiente sin difunto?”.
   Hay en el mundo de Parra paradojas, frases hechas, buscan siempre la pregunta para el eterno diálogo con el lector, porque la poesía del escritor chileno se basa en el antipoema , donde el antihéroe se diluye en lo fragmentario, en la descomposición del mundo, el sentido del humor esconde la búsqueda de un mundo que ya se ha deshilvanado, Parra juega con el lenguaje y el lector debe de reconocer ese mundo lúdico que se hace y se deshace continuamente.

   Parra hace crítica, dibuja el bufonesco mundo, lo envuelve en ropajes de payaso, porque todo es un acto cómico, con final triste, nada ha de ser tomado en serio. La vida, ya desprovista de toda trascendencia, es una comedia, donde el lenguaje es siempre diálogo con el otro, para buscar la inteligencia del lector, un ser asombrado ante el absurdo vital, que acaba de construir el poema.

  En palabras de Antonio Skármeta, Parra es el descubridor de la falsedad del mundo, el que conoce que todo es paja, nada tiene un sentido verdadero, el humo envuelve nuestras vidas para siempre:
“Parra es un poeta dramático, un manipulador de roles, un pícaro que sabe que la verdad es apenas un derrame accidental de muchas mentiras, un escéptico que estima que una voz más potente que otra –asmática o sibilina- no es necesariamente más justa o verdadera”
   Parra sabe que a los dictadores hay que juzgarlos con la voz del payaso, porque así nos reímos mejor de ese fantoche que domina al pueblo, por ignorancia, soberbia o maldad, como demostró en Sermones y prédicas del Cristo de Elquí.


   Vive Parra cien años y se ríe de todos los que creemos en la seriedad de la vida, todo es una gran bufonada y así debe ser cantada, un juglar de nuestro tiempo que parece inmortal.


domingo, 12 de octubre de 2014

Patrick Modiano, premio Nobel de Literatura 2014

PATRICK MODIANO. CUANDO LA LITERATURA ES EL ESPEJO DEL TIEMPO

POR PEDRO GARCÍA CUETO


Patrick Modiano
  Modiano gana el premio Nobel y se oye el tiempo susurrar bajo la sombra de una época donde los hombres fueron humillados por el nazismo, en aquella Francia que nos retrata el autor, en su célebre trilogía sobre la ocupación.
   Niño un tanto abandonado, de padre judío, criado por una abuela belga, donde fue gestando su amor por la literatura, con libros que dejan aroma a tiempo pasado, a historia de Francia, a la época que no conoció, pero que pervive en él, como deudor de un tiempo que vuelve, las delaciones aquellas de Vichy, cuando los franceses, algunos, se pusieron al lado de los nazis, pero la Resistencia también estaba presente para mitigar el peso de ese tiempo de dolor.
  El lugar de la estrella, La ronda de noche, Los bulevares periféricos, Calle de las tiendas oscuras, Exculpación, etc, son algunos de sus libros, la infancia, la adolescencia, la obsesión por evocar el pasado está en su obra, donde la literatura permea una fuerza emotiva, que llega al lector, que cautiva, tan grande es el nuevo Nobel.
   La lengua de Modiano en sus obras es escueta, pero poderosa, es una literatura cincelada, que deja huella, porque las palabras siempre son las necesarias, las que deben estar, con todo su poder evocador, con un ritmo que no pierde sentido, que va envolviendo al lector, llenando de luz cada página leída, tal es el esfuerzo del autor por hacer verdadera literatura.

Celebremos este premio, a uno de los grandes, el gran Patrick Modiano, de mirada tímida, pero cuya luz inunda la página, para hacer de la literatura algo más grande que la vida. 

jueves, 9 de octubre de 2014

Las mujeres de María Luisa Bombal


Las mujeres de María Luisa Bombal



  • Con sólo dos novelas breves, Bombal se consagró entre los valores más sobresalientes de la narrativa latinoamericana del siglo XX. 

  • Mary Carmen Ambriz hablará de las mujeres que habitan en la obra de la autora chilena
  • El martes 14 de octubre a las 19:00 horas en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, México DF.

Para Emmanuel Carballo, un autor “raro” era aquél que, sin importar el género que practicara, al publicar su primer libro ofrecía una obra madura e irrumpía en la escena literaria al inaugurar y consolidar su creación con voz propia. María Luisa Bombal (Viña del Mar, 1910-1980) fue una narradora de ese tipo. Dos novelas breves bastaron para que se consagrara entre los valores más sobresalientes de la narrativa latinoamericana del siglo XX: La última niebla(1935) y La amortajada (1938).
Sus novelas fueron significativas principalmente por un par de razones, explica la escritora Mary Carmen Ambriz en entrevista: “Primero, porque aparecieron en un momento en que el criollismo enfrentaba una evidente decadencia, y segundo, porque el ‘estilo poético’, al que se refirió la crítica en esos años no era, en el fondo, producto de repentinas innovaciones, sino de un vínculo naciente que relacionó estos dos libros con una forma de novelar ya probada en la literatura”.
Mary Carmen Ambriz, especialista en la obra de María Luisa Bombal, ofrecerá una charla acerca de la escritora chilena y de la parte femenina que explora su obra, como parte del ciclo La sexualidad femenina, el martes 14 de octubre a las 19:00 horas en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. La entrada será gratuita.
En el ciclo La sexualidad femenina se plantea el lugar que ocupa la mujer dentro de la literatura. Por ello, durante esta charla, Mary Carmen Ambriz hablará de las mujeres que pueblan las historias de Bombal, quienes están siempre bajo la mirada de una sociedad opresora, “sumamente conservadora, que no deja de juzgar cada uno de sus actos. Se sienten atrapadas en un mundo que, en apariencia, no está pensado para ellas, sino para los hombres”, acota.
Los personajes femeninos de las novelas de Bombal parecen estar condenados, pues en ellas “está sembrada la semilla de la insatisfacción” y no necesitan de otros para saber en qué desembocará su futuro; pasarán su vida siendo hijas, esposas y madres, sin poder expresar algo muy simple: “Esto quiero, esto deseo hacer con mi vida”.
Otros temas que se desdoblan entre las páginas que escribió la autora chilena son la subordinación de la existencia de las mujeres, al no ser tomadas en cuenta; la soledad que experimentan, a pesar de tener una pareja, y la inequidad de género, que es parte de su vida cotidiana. “Sin embargo, a ellas solo les queda una herramienta liberadora que las motiva a seguir su vida: el monólogo interior, la reflexión, reconocer el cuerpo femenino y su propia voz a través de la naturaleza”.
María Luisa Bombal
María Luisa Bombal representa el cuerpo femenino en sus novelas como receptáculo y agente de placer. Ana María, protagonista de La amortajada, reflexiona: “Cierta mañana, al abrir las celosías de mi cuarto reparé en que un millar de minúsculos brotes, no más grandes que una cabeza de alfiler, apuntaban a la extremidad de todas las cenicientas ramas del jardín. Era curioso; también mis dos pequeños senos prendían, parecían desear florecer con la primavera”.
Fuera de toda visión masculina, Mary Carmen Ambriz asegura que la protagonista de esta novela se entrega al sopor y a los caprichos de su propio cuerpo, de cuyo entorno material y natural obtiene un “gozo plácidamente sensual” hasta el momento en que aborta, designado por la propia protagonista como “el río de sangre en que se disgregaba esa carne tuya mezclada a la mía...”.
Experiencias de carácter narcisista son las que viven las mujeres presentes en la obra de Bombal. “Elaboran discursos en los cuales el placer erótico deviene en autonomía y descubrimiento del propio cuerpo. En ese sentido, acaso marca una nueva topografía del placer, del cuerpo de la mujer como objeto de seducción, y refuerza la necesidad de la autoidentidad”.
Al tomar en cuenta lo anterior, Mary Carmen Ambriz pregunta: “¿Cómo podían las mujeres gozar y tener una placentera vida sexual si no les estaba permitido conocer y explorar su propio cuerpo?”.
Juan Rulfo y María Luisa Bombal, son autores de una obra corta, “pero sobresaliente en lo que se refiere a profundidad”. La temática del autor de Pedro Páramo aborda el realismo naturalista y a la vez consigue mostrar una atmósfera mágica, onírica, sombría. “Esto lo relaciona de manera directa con la obra de Bombal. Entre el mexicano y la chilena prevalecen múltiples afinidades textuales, se profundiza en el yo individual, en espacios existenciales del ser humano; se enfatiza, por ejemplo, en el tema de la soledad y la muerte”.
Ambos narradores fueron fieles ejecutores del monólogo interior, explica Ambriz, y también hacen uso de la simbiosis entre fantasía y realidad, además del juego verbal hecho metáfora pura. Además, ambos eran seguidores de autores como Joyce, Faulkner, Kafka, Woolf y Hamsun. “Los caminos de la prosa de María Luisa Bombal conducen a la narrativa de Juan Rulfo y viceversa”.

Mary Carmen Ambriz agrega que el escritor José Bianco, en el libro Ficción y reflexión (1988), reconoce algo que literariamente estaba implícito, pero que nadie había puesto por escrito: la influencia de Bombal en Juan Rulfo. José Bianco escribe: “Conversando con un escritor mexicano de gran talento, menor que María Luisa, menor que yo, y autor de una obra tan breve como admirable, me dijo, creo recordar, que La amortajada era un libro que lo había impresionado mucho en su juventud. Ese escritor es Juan Rulfo. Quizá en Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo, podríamos discernir alguna influencia de La amortajada”.

martes, 7 de octubre de 2014

Sobre La muerte tiene los días contados de Mario Meléndez

Prólogo de Luis Benítez a la próxima aparición de la edición argentina corregida y ampliada de La muerte tiene los días contados
Se incluyen dos poemas del libro



Sobre La muerte tiene los días contados 
de Mario Meléndez

Por Luis Benítez

Vastamente reconocido por el público lector y la crítica especializada, el poeta chileno Mario Meléndez fue hace tiempo consagrado como una de las mejores voces actuales de la poesía latinoamericana.
Su trayectoria –pese a su todavía presente juventud- abarca un nutrido arsenal de títulos que ratifican por derecho propio lo señalado en el párrafo anterior. Es un nuevo acierto de la editorial BuenosAires Poetry incluir una de sus mejores obras, La muerte tiene los días contados en su catálogo, brindando así la primera edición argentina de uno de sus poemarios, cuando ya han tenido cabida en prestigiosos sellos de Latinoamérica y Europa, en magistrales traducciones a lenguas extranjeras.
No en vano La muerte tiene los días contados ha recibido el elogio de diversos y destacados autores, entre ellos el gran Nicanor Parra, quien a lo largo de su siglo de vida ha leído y escuchado una vasta gama de trabajos poéticos, pero quien ante la obra de Meléndez no dudó en manifestar, en su momento: “¡Caramba! Hace tiempo que no leía un texto que se sostuviera por sí solo”, expresión que habla a las claras del impacto que espera al lector al recorrer la páginas siguientes.
¿Qué sostiene erguido a este poemario de Mario Meléndez, tal como lo declara el máximo poeta chileno viviente, el autor de los famosos Poemas y Antipoemas? ¿Qué hará que siga de pie, según pase el tiempo, según será fácil de advertir ya desde la primera lectura?
Las razones son varias y entre las fundamentales, revista la innegable calidad de los trabajos que aglutina el autor bajo este título: se trata de una obra de impecable unidad estilística, una que ha sabido reunir en una voz inconfundible y ya propia de Meléndez las decantadas influencias de autores latinoamericanos, estadounidenses y europeos, actuando como una original síntesis de esa polifonía. El manejo maestro de los recursos literarios que exhibe el autor le permite trasmitir a la sensibilidad y al intelecto del lector, simultáneamente, el sentimiento y la idea, la emoción y el concepto, con una innegable capacidad por parte de Meléndez para encontrar la expresión justa y ubicarla sabiamente en el contexto, reforzando su intensidad particular al tiempo que potencia lo general del poema. Repetido este logro a todo lo largo de la obra, el conjunto posee una fuerza expresiva que se destaca por sí misma y, curiosamente, aparece como uniformemente distribuida en todo el continuo del poemario. Señalable característica, pues no es habitual que un poemario de cierta extensión, como el que nos ocupa, acuse tan marcado equilibrio escritural. Se trata de una poética sin altibajos –los esperables incluso en autores de todavía más dilatada trayectoria y tiempo en el oficio que Meléndez y notoriamente consagrados- que sorprenderá, también por esta peculiaridad, a quienes se aventuren en sus páginas.
Asimismo, creo que éste es el momento adecuado para hacer una salvedad: como bien sabemos, nadie puede definir cuál es, ni siquiera en donde estriba, el innegable valor de una obra de arte poética. Es algo que se halla difuminado, esparcido por todo el conjunto, siendo inapresable para la palabra crítica. Podemos decir que El cementerio marino, de Paul Valéry, por ejemplo, es una obra maravillosa, pero al momento de pedírsenos que explicitemos en dónde radica su extraordinaria cualidad, nos será prácticamente imposible aislarla y someterla a examen. Invariablemente, la mayor parte de esa “razón de ser” poética de la citada obra se nos escapará y cuanto dejemos sobre el papel respecto de ella parecerá empalidecido, apenas referente, mero esbozo, ante la plena luminosidad de la obra a la que intenta vanamente describir o, siquiera, aludir. De modo semejante, ante lo alcanzado por Mario Meléndez en su sombría, riente, sarcástica, escalofriante, chispeante e “irreverente” (esto último, solamente para algunos y algunas) obra presente, se quiebra el lápiz y se atora el dedo en el teclado a la hora de particularizar sobre sus logros. Debo pedir disculpas por las torpezas de mi sola autoría que siguen a esta necesaria aclaración, al referirme a algunos aspectos de La muerte tiene los días contados.
Pero voy a intentarlo como mejor yo pueda.
En principio, señalemos que toda ironía en el fondo –y aun por delante- conlleva una mirada piadosa dirigida en espejo a aquello sobre lo que se ironiza. Que la ironía que destila –entre otros aspectos- esta obra de Meléndez, tenga por objeto la más impiadosa de las entidades, la mismísima señora de la guadaña, habla a las claras del punto de partida original que ha elegido el poeta para su trabajo, donde el hombre, que es el único animal que sabe que se va a morir, se dirige a la muerte a escala de la historia pasada y la más reciente, despojándola de su aura fúnebre a medias, para “humanizarla” a un grado tal que, por momentos, hasta la misma muerte nos despertará una sospechosa “condolencia” –no hay término más apropiado, dado el objeto- respecto de su suerte. Aquí, sin embargo, se evidencia el sentido del sentimiento despertado en espejo: quizá no nos condolemos de la suerte de la muerte, sino de la nuestra propia, proyectados en su temible figura. La muerte interlocutora de Meléndez, la fijada por Meléndez, no es solamente la alegórica entidad ni el hecho irreversible y biológico que a todos nos acecha seguro de su ineluctabilidad: es otro disfraz del hombre, quien debe aludir y eludir para hablar de aquello que lo toca hondamente.
El volumen se halla dividido en nueve secciones: “La vida privada de la muerte”; “La muerte lloró a los pies de Jesús”; “La muerte tiene los días contados”; “Los heterónimos de la muerte”; “Los personajes de la muerte”; “La muerte lleva una camisa de fuerza”; “Postales del más allá”; “Historias de la vida irreal” y “La muerte, todavía”. La presente edición argentina es una versión corregida y aumentada por el autor, respecto de la inmediatamente anterior, aparecida en Rímini, Italia, bajo el sello de Raffaelli Editore, en 2014, bajo el título “La morte ha i giorni contati” (edición bilingüe, italiano y español), en traducción de Alba Metaponte y prologada por el destacado poeta chileno Francisco Véjar. En efecto: la sección “Historias de la vida irreal” es incorporada recién en esta edición argentina, constando de los poemas titulados: “El cadáver de nadie”; “Historias de la vida irreal 1”; “Historias de la vida irreal 2”; “Tango feroz” y “Por tu propio bien”, cuando este último poema integraba, en la edición italiana, la sección final, “La morte, tuttavia”. Asimismo, en la sección “Los heterónimos de la muerte”, la edición italiana incluye el poema “La morte parlò in privato con Dio”, descartado por el autor en esta edición. En la sección “Postales del más allá” de esta edición de Buenos Aires Poetry falta el poema “Bonsai”, incluido en la de Raffaelli Editore.
La obra de Meléndez, lejos de cristalizarse, se encuentra siempre en una permanente metamorfosis y un proceso de cambio, al estilo de aquel óleo de Pablo Picasso que el célebre pintor encontró en un museo privado, años después de haberse desprendido de él, y que allí mismo retocó a su parecer, mostrando cómo, más allá de las fijaciones establecidas por la cultura, la obra sigue siendo de la sola propiedad de su creador.
Desde luego que lo anterior no agota de modo alguno cuanto puede decirse sobre el presente volumen, habida cuenta de lo antes señalado respecto de lo intangible e irreductible de la obra de arte, pero supongo que puede servir como un mediano antecedente para quien desee adentrarse en una de las obras más interesantes que ha dado la nueva poesía de nuestra América. En definitiva, “La muerte tiene los días contados”, en todas sus versiones, es una pieza ineludible en el anaquel destinado al género y quiero agradecer muy especialmente al autor y a su editor argentino, Juan Arabia, por haberme permitido dibujar estos groseros trazos, estas líneas tan generales antes de que se abra ante el lector el maravilloso mundo que contienen las páginas siguientes.

-Prólogo al libro La muerte tiene los días contados de Mario Meléndez, que aparecerá próximamente en Argentina publicado por BuenosAires Poetry.





Dos poemas de La muerte tiene los días contados


El cadáver de nadie

Usted verá pasar el cadáver de nadie
por una sinagoga en llamas
Estará parado en la esquina
donde el cortejo se divide en dos
Unos irán a pie
llevando el ataúd por un atajo
Otros en línea recta
escoltando la carroza de rodillas
Llegado al cementerio
la madre y la viuda del cadáver
se quitarán el luto
y las piernas ortopédicas
Podrá ingresar al recinto
sólo si es familiar
De lo contrario
deberá contemplar resignado
al igual que esos curiosos
apostados en los techos
o colgados de los plátanos orientales
Terminada la ceremonia de cremación
las cenizas serán arrojadas
sobre la concurrencia
y usted volverá a la misma esquina
a esperar el siguiente funeral




Historias de la vida irreal

Uno

La muerte entra a la capilla donde velan
los restos de Dios
Porta un ramo de cenizas que deja sobre el ataúd
asoma su calavera por la ventanilla
dice algo en arameo y luego se marcha
ante la mirada atenta de algunos familiares

Un poodle vestido de luto orina las flores
las sillas y todo lo que ve a su alrededor
los niños le dan de beber agua bendita
le arrojan hostias desde el altar
Los padres amenazan castigarlos
y los niños se evaporan en el acto

La muchacha que fumaba en el jardín
ha perdido de vista a su mascota
la busca desesperada entre la multitud
pero el viejo poodle ha desaparecido

Ahora sigue a la muerte por una calle vacía
donde los árboles le ladran para que no se acerque


Sobre La muerte tiene los días contados de Mario Meléndez

Prólogo de Luis Benítez a la próxima aparición de la edición argentina corregida y ampliada de La muerte tiene los días contados
Se incluyen dos poemas del libro



Sobre La muerte tiene los días contados 
de Mario Meléndez

Por Luis Benítez

Vastamente reconocido por el público lector y la crítica especializada, el poeta chileno Mario Meléndez fue hace tiempo consagrado como una de las mejores voces actuales de la poesía latinoamericana.
Su trayectoria –pese a su todavía presente juventud- abarca un nutrido arsenal de títulos que ratifican por derecho propio lo señalado en el párrafo anterior. Es un nuevo acierto de la editorial BuenosAires Poetry incluir una de sus mejores obras, La muerte tiene los días contados en su catálogo, brindando así la primera edición argentina de uno de sus poemarios, cuando ya han tenido cabida en prestigiosos sellos de Latinoamérica y Europa, en magistrales traducciones a lenguas extranjeras.
No en vano La muerte tiene los días contados ha recibido el elogio de diversos y destacados autores, entre ellos el gran Nicanor Parra, quien a lo largo de su siglo de vida ha leído y escuchado una vasta gama de trabajos poéticos, pero quien ante la obra de Meléndez no dudó en manifestar, en su momento: “¡Caramba! Hace tiempo que no leía un texto que se sostuviera por sí solo”, expresión que habla a las claras del impacto que espera al lector al recorrer la páginas siguientes.
¿Qué sostiene erguido a este poemario de Mario Meléndez, tal como lo declara el máximo poeta chileno viviente, el autor de los famosos Poemas y Antipoemas? ¿Qué hará que siga de pie, según pase el tiempo, según será fácil de advertir ya desde la primera lectura?
Las razones son varias y entre las fundamentales, revista la innegable calidad de los trabajos que aglutina el autor bajo este título: se trata de una obra de impecable unidad estilística, una que ha sabido reunir en una voz inconfundible y ya propia de Meléndez las decantadas influencias de autores latinoamericanos, estadounidenses y europeos, actuando como una original síntesis de esa polifonía. El manejo maestro de los recursos literarios que exhibe el autor le permite trasmitir a la sensibilidad y al intelecto del lector, simultáneamente, el sentimiento y la idea, la emoción y el concepto, con una innegable capacidad por parte de Meléndez para encontrar la expresión justa y ubicarla sabiamente en el contexto, reforzando su intensidad particular al tiempo que potencia lo general del poema. Repetido este logro a todo lo largo de la obra, el conjunto posee una fuerza expresiva que se destaca por sí misma y, curiosamente, aparece como uniformemente distribuida en todo el continuo del poemario. Señalable característica, pues no es habitual que un poemario de cierta extensión, como el que nos ocupa, acuse tan marcado equilibrio escritural. Se trata de una poética sin altibajos –los esperables incluso en autores de todavía más dilatada trayectoria y tiempo en el oficio que Meléndez y notoriamente consagrados- que sorprenderá, también por esta peculiaridad, a quienes se aventuren en sus páginas.
Asimismo, creo que éste es el momento adecuado para hacer una salvedad: como bien sabemos, nadie puede definir cuál es, ni siquiera en donde estriba, el innegable valor de una obra de arte poética. Es algo que se halla difuminado, esparcido por todo el conjunto, siendo inapresable para la palabra crítica. Podemos decir que El cementerio marino, de Paul Valéry, por ejemplo, es una obra maravillosa, pero al momento de pedírsenos que explicitemos en dónde radica su extraordinaria cualidad, nos será prácticamente imposible aislarla y someterla a examen. Invariablemente, la mayor parte de esa “razón de ser” poética de la citada obra se nos escapará y cuanto dejemos sobre el papel respecto de ella parecerá empalidecido, apenas referente, mero esbozo, ante la plena luminosidad de la obra a la que intenta vanamente describir o, siquiera, aludir. De modo semejante, ante lo alcanzado por Mario Meléndez en su sombría, riente, sarcástica, escalofriante, chispeante e “irreverente” (esto último, solamente para algunos y algunas) obra presente, se quiebra el lápiz y se atora el dedo en el teclado a la hora de particularizar sobre sus logros. Debo pedir disculpas por las torpezas de mi sola autoría que siguen a esta necesaria aclaración, al referirme a algunos aspectos de La muerte tiene los días contados.
Pero voy a intentarlo como mejor yo pueda.
En principio, señalemos que toda ironía en el fondo –y aun por delante- conlleva una mirada piadosa dirigida en espejo a aquello sobre lo que se ironiza. Que la ironía que destila –entre otros aspectos- esta obra de Meléndez, tenga por objeto la más impiadosa de las entidades, la mismísima señora de la guadaña, habla a las claras del punto de partida original que ha elegido el poeta para su trabajo, donde el hombre, que es el único animal que sabe que se va a morir, se dirige a la muerte a escala de la historia pasada y la más reciente, despojándola de su aura fúnebre a medias, para “humanizarla” a un grado tal que, por momentos, hasta la misma muerte nos despertará una sospechosa “condolencia” –no hay término más apropiado, dado el objeto- respecto de su suerte. Aquí, sin embargo, se evidencia el sentido del sentimiento despertado en espejo: quizá no nos condolemos de la suerte de la muerte, sino de la nuestra propia, proyectados en su temible figura. La muerte interlocutora de Meléndez, la fijada por Meléndez, no es solamente la alegórica entidad ni el hecho irreversible y biológico que a todos nos acecha seguro de su ineluctabilidad: es otro disfraz del hombre, quien debe aludir y eludir para hablar de aquello que lo toca hondamente.
El volumen se halla dividido en nueve secciones: “La vida privada de la muerte”; “La muerte lloró a los pies de Jesús”; “La muerte tiene los días contados”; “Los heterónimos de la muerte”; “Los personajes de la muerte”; “La muerte lleva una camisa de fuerza”; “Postales del más allá”; “Historias de la vida irreal” y “La muerte, todavía”. La presente edición argentina es una versión corregida y aumentada por el autor, respecto de la inmediatamente anterior, aparecida en Rímini, Italia, bajo el sello de Raffaelli Editore, en 2014, bajo el título “La morte ha i giorni contati” (edición bilingüe, italiano y español), en traducción de Alba Metaponte y prologada por el destacado poeta chileno Francisco Véjar. En efecto: la sección “Historias de la vida irreal” es incorporada recién en esta edición argentina, constando de los poemas titulados: “El cadáver de nadie”; “Historias de la vida irreal 1”; “Historias de la vida irreal 2”; “Tango feroz” y “Por tu propio bien”, cuando este último poema integraba, en la edición italiana, la sección final, “La morte, tuttavia”. Asimismo, en la sección “Los heterónimos de la muerte”, la edición italiana incluye el poema “La morte parlò in privato con Dio”, descartado por el autor en esta edición. En la sección “Postales del más allá” de esta edición de Buenos Aires Poetry falta el poema “Bonsai”, incluido en la de Raffaelli Editore.
La obra de Meléndez, lejos de cristalizarse, se encuentra siempre en una permanente metamorfosis y un proceso de cambio, al estilo de aquel óleo de Pablo Picasso que el célebre pintor encontró en un museo privado, años después de haberse desprendido de él, y que allí mismo retocó a su parecer, mostrando cómo, más allá de las fijaciones establecidas por la cultura, la obra sigue siendo de la sola propiedad de su creador.
Desde luego que lo anterior no agota de modo alguno cuanto puede decirse sobre el presente volumen, habida cuenta de lo antes señalado respecto de lo intangible e irreductible de la obra de arte, pero supongo que puede servir como un mediano antecedente para quien desee adentrarse en una de las obras más interesantes que ha dado la nueva poesía de nuestra América. En definitiva, “La muerte tiene los días contados”, en todas sus versiones, es una pieza ineludible en el anaquel destinado al género y quiero agradecer muy especialmente al autor y a su editor argentino, Juan Arabia, por haberme permitido dibujar estos groseros trazos, estas líneas tan generales antes de que se abra ante el lector el maravilloso mundo que contienen las páginas siguientes.

-Prólogo al libro La muerte tiene los días contados de Mario Meléndez, que aparecerá próximamente en Argentina publicado por BuenosAires Poetry.





Dos poemas de La muerte tiene los días contados


El cadáver de nadie

Usted verá pasar el cadáver de nadie
por una sinagoga en llamas
Estará parado en la esquina
donde el cortejo se divide en dos
Unos irán a pie
llevando el ataúd por un atajo
Otros en línea recta
escoltando la carroza de rodillas
Llegado al cementerio
la madre y la viuda del cadáver
se quitarán el luto
y las piernas ortopédicas
Podrá ingresar al recinto
sólo si es familiar
De lo contrario
deberá contemplar resignado
al igual que esos curiosos
apostados en los techos
o colgados de los plátanos orientales
Terminada la ceremonia de cremación
las cenizas serán arrojadas
sobre la concurrencia
y usted volverá a la misma esquina
a esperar el siguiente funeral




Historias de la vida irreal

Uno

La muerte entra a la capilla donde velan
los restos de Dios
Porta un ramo de cenizas que deja sobre el ataúd
asoma su calavera por la ventanilla
dice algo en arameo y luego se marcha
ante la mirada atenta de algunos familiares

Un poodle vestido de luto orina las flores
las sillas y todo lo que ve a su alrededor
los niños le dan de beber agua bendita
le arrojan hostias desde el altar
Los padres amenazan castigarlos
y los niños se evaporan en el acto

La muchacha que fumaba en el jardín
ha perdido de vista a su mascota
la busca desesperada entre la multitud
pero el viejo poodle ha desaparecido

Ahora sigue a la muerte por una calle vacía
donde los árboles le ladran para que no se acerque