… Beirut, mon amour (récit de
la historia de un fracaso)
Mario Wong
… Flitcraft se dio cuenta que
el mundo no es, como él creía, un lugar razonable y ordenado, que él se había
equivocado desde el comienzo y que nunca ha comprendido nada. El mundo se rige
por el azar. Los sucesos fortuitos nos acechan cada día de nuestras vidas, y
esas vidas nos pueden ser quitadas en cualquier momento –sin la menor razón (*).
P. Auster
Iré al límite del abismo sin
límites.
E. Vila-Matas
Au mais grande malandro do monde, el
« escritor negro », Goran Tocilovac
& también, a mi « primo » (en la
ironía), E. V.-Ms.
Fragmentos de Beirut, mon amour
(1)
Esta historia comienza en el Líbano, en Beirut, porque no puede empezar en
otro sitio; es una inmersión en el caos, actual, del mundo (en lo que un
artista, escultor « postmoderne», llama ¾y es el título de su exposición más reciente¾ « La Reversión del mundo », el mundo en sentido invertido). No
sé qué más decir,… (y es que…, sin embargo, recién estoy en el comienzo del
relato sobre la historia de un fracaso, de un fracaso escritural; de mi
fracaso, mi naufragio, en el intento de escribir la novela Beirut, mon amour, y… ; y del fracaso de un…), pero esta
historia empieza allí; en ese pequeño « país de los cedros », en su
capital, en los años… (la novela empezaba alli; …, trato de acordar mi cordado,
para… ; sí, el azar…); y, ¿empieza este relato, realmente, en Beirut? Merde !, todas esas gentes que,
siempre, hablan, y hablan, bla, bla, bla,
bla!, de… Voy a sumergirme completamente en el Beirut de ese tiempo que es
nuestro tiempo, nuestro presente y… El mundo es criminal, la vida es criminal y
yo me digo, me pregunto (« Vale verga!, qué…, quée, tú, te preguntas,
quée…, qué de qué…», me diría « Cavahuil », mi amigo guatemalteco)
si…, si…, ¿siempre lo ha sido?
(2)
« …En ese tiempo el Líbano se hallaba en guerra (otra guerra más en el
mundo, que anunciaba la venida inminente del « fin de los tiempos »,
la, verdadera, « guerra del fin del… », y …). Y, ¿no sé cuándo mis
sueños comenzaron a pudrirse? « Los pájaros del Este » llegaron
a picotear mi casa, y…
« Me llamo Rosemonde Simon Vila-Martínez, soy colombiana, y conocí a
Jorge S. Abyad Hammoud (un libanés, quien sería mi marido, poco años después de
la revuelta parisina de mayo del 68); tenía, yo, 19 años y me enamoré locamente
de él. Se trató de un encuentro casual; y aquí puedo decir que la fatalidad,
cuyo carácter puede ser irrisorio las más de las…
(3)
Esta mujer, Rosamonde, que caminaba de prisa, con todo el peso de su
tragedia, por las calles desiertas de París, en las noches (me la encontré en
una de ellas y…), con las hojas dispersas de un manuscrito (en que intentaba
contar su historia toda, que.., ella, no… ; la historia de un…), acaso tenía
una cita con la muerte (todos, de alguna manera la tenemos, tarde o temprano;
me viene a la memoria Borges dando, en una universidad norteamericana, en
Austin, una conferencia…); sólo ella
parecía tener la respuesta. Me pregunto, ahora, qué es lo que ella realmente sabía…
(4)
« …podía, podíamos ser felices.
Acababa de tener mi primer bebe, ¾Junior H. W., « Petit- chin », « Malpita » (después
vendría Lluvia Camille)¾, y la vida
nos sonreía; vivíamos en el bucólico pueblito de Sylvia Cauca, en Cali, Colombia, y el sol, cada mañana, nos
hacía sentir la promesa del día que empezaba. Cali es la ciudad del sol y de
las flores y de las « fermosas
caleñas que son… »; hay una canción de « Peter Pimienta » Diaz
(músico asesinado para no pagarle una deuda ¾¡qué malparidez!¾, ¿no era a
la inversa que sucedía?): «Cali, tierra de hermosas mujeres/ Las caleñas
son como las flores/ y nunca entregan sus amores sino son… » ; que es ¾allá en Cali, y la región del Cauca, el caudaloso
río del mismo nombre¾ como una
suerte de himno de todos los…
« Unidos en el amor, con nuestros dos hijos, habíamos decidido no
separarnos jamás (« nunca digas, ¡Nunca, jamás! », es una expresión
de la calle, en las ciudades de América Latina). Pero, existen y siempre aparecen esos « espíritus burlones », que
hacen que se imponga el destino, que irrumpa la fatalidad; como si se tratase
de algo que aparece, como una amenaza, que es… (Como algo que fuese a ocurrir
o, mejor dicho, de una desgracia que, quizás « ya ocurrió »; y la
fatalidad irrumpe, de pronto, y…), «
Recuerdo que no me acuerdo de nada y ese
es el recuerdo más grande que… »
« ¿Por qué no logro contar lo que ocurrió? Volver al pasado y…
«… y yo lo amaba y eramos felices…, y los días transcurrían…, pero la
muerte ya rondaba en torno de nuestras vidas y… Fue una mañana soleada del mes de septiembre,
11:30 am, allá en Cali ; mi hermano mayor Roberto W. Simon Vila-Martínez
abría la puerta de su casa, encaminándose al auto, parqueado junto a la acera,
para ir a su estudio de abogado, ubicado en una de las calles céntricas de la
ciudad; lo habían amenazado, ya varias veces (lo llamaban, insistentemente, por
teléfono), pero él no se amilanaba; le seguían los pasos (le dije que saliese
del país; y él, que « No, si yo empiezo por irme, que va a pasar
con… »). En la calle quedó el « mancito », muy grave; su cuerpo
tirado ¾con siete
balas, dos en la cabeza¾, en un baño
de sangre que corría hacia unos de los extremos de la vereda (y los asesinos,
guardando sus armas, se dieron a la fuga en moto); un helicóptero lo trasladó
de urgencia a un hospital. A los pocos meses salí de Cali ¾con Jorge Stevens, mi marido, y mis dos hijos, aún
pequeños¾, no he
vuelto a Colombia, desde esa fecha aciaga y… Hasta el día de hoy todo esto
permanecía dentro de mí, evitaba hablar de ello; no quería recordar y, ahora,
no sé por qué cuento estas cosas que…, por qué vuelven a…, y se repiten… ;
a mi mente afluyen así las imágenes, una tras otra y…, (también, una
suerte de melancolía me embarga; de
poder estar, otra vez allá, en mi Sylvia Cauca querida); pero, yo sé que no puedo seguir callando,
viviendo más así y que…, es necesario que… » (Páginas del manuscrito de Beirut, mon amour)
(5)
Quería escribir Beirut, mon amour;
mi primera novela, sabía que era obligatorio que yo la escribiese, pero me
parecía casi imposible. Sobre todo, los pasajes a los que dedicaba tanto tiempo
y esfuerzo, y en los que debía condensarse, destilarse, de alguna manera, toda
la materia de la novela (venía, yo, de la poesía, y me atormentaba por esas
oleadas líricas que, aún, invadían mi prosa. Tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos
para entrar en el ritmo, en la respiración de la prosa; lo que me exigía, en
los inicios, escribir largos relatos, como si me entrenase para carreras de
largo aliento. Tuve que hacer a un lado toda esa facilidad lírica,
característica de mis años jóvenes en que participé en revistas de literatura,
que eran fundamentalmente revistas de poesía). Abordar esta novela me lo exigía (hubiese sido mejor que toda esa facilidad lírica
juvenil hubiese ya desaparecido por completo); como Hemingway ¾en París era
una fiesta¾ podría haber escrito, « poseía, aún, la
facilidad lírica de la edad temprana, aussi
périssable e inconsistente como la juventud misma. Yo sabía que era lo
mejor, sin duda, haberla perdido ya, pero yo sabía que debía escribir la
novela… » (Folio, Ob. Cit., p. 118). Pero, no, Beirut, mon amour, lo pensaba, me exigía beber en las fuentes de la
poesía más auténtica. No se trataba, indiscutiblente, de recurrir a la
« prosa poética », sino … Me decía que era lo mejor ¾para mí y la novela que intentaba escribir (en
capítulos posteriores, del manuscrito de esta novela, aparecían algunos textos,
« recuperables », del escribidor que era yo, y del escritor en que
quería… ; con toda esta problemática del crimen, el arte y la literatura, de l’autre, du double, de la copia que…,
y del fracaso, de mi fracaso con la historia que…; y, de toda la impostura
que…)¾, que en eso
no había ni vuelta que darle, y que no debía retroceder. Escribía en el límite
de…, al borde del abismo y…
(6)
Las conexiones poéticas « forman parte esencial de la configuración de
El mar de Sirtes » (la novela
que fuese premiada con el Goncourt en 1951, premio que Julien Gracq rechazó); estas
van desde el lenguaje nervalíano de la locura, pasando por el furor virgen e
iluminatorio de Rimbaud, hasta la modernidad del alma errante de Nadja, de Breton. Esta novela
inconfundible moderna de Gracq nos da ¾según Enrique Vila-Matas¾ « una visión escalofriante del terrorífico y
estéril, tembloroso porvenir que a Occidente le espera… ahí está otro de los
aspectos que hacen tan actual este libro. Percibe
el futuro. Debido a esto, la misma novela es una sorprendente aproximación
a lo que nos está sucediendo ahora, es la narración de una espera y el anuncio
de una renovación que nunca llega, una historia de iniciación, y naturalmente la
oscilación entre el secreto y una posible revelación, que, a través casi
siempre con la muerte, resulta ser al final la revelación del relato en sí, la
triunfal afirmación de la literatura sobre el mundo… » (E. Vila-Matas, Perder teorías, p. 40-42)
(7)
La « teoría del iceberg »,
de Hemingway, me es muy útil (en esta etapa incierta de caos de la
mundialización, de lo incierto ¾en esta era de invasión de la « realidad virtual »¾, de la « guerra del fin de los tiempos, del
fin del… »; de nuestro mundo) para « dar cuenta » de lo que
sucede; recurro a ella en la aplicación de lo que denomino la « poética de
la fragmentación »; ambas permiten
que el lector encuentre, ¿encuentre ?, un cierto sentido en la historia o
historias que se entrecruzan en esta novela. En París era una fiesta, Hemingway, a propósito de una nouvelle (Hors de saison), sostiene que, él, « voluntariamente había
omitido contar el fin, esto es que el viejo se colgaba. Esta omisión se debía a
mi nueva teoría, según la cual se podía omitir no importa qué parte de una
historia, a condición de que se trate de algo deliberado, pues la omisión daba
más fuerza al relato y así el lector sentía más, todavía, que él no comprendía
…(*[1]) ».
Para Hemingway, según esta « teoría del iceberg », la mayor parte de una historia (o de las historias,
« fragmentadas », que se cuentan; de los relatos que se entrecruzan)
debe ¾como si de
un iceberg se tratase¾, permanecer oculta; eso acentúa la eficacia
narrativa, intensificando la intriga, lo que hace que el lector tenga que jugar
un rol activo, leyendo entre líneas (entre fragmentos de la historia, de las
historias) para intentar saber qué ocurrió, lograr armar el puzzle (sabiendo que faltaría, siempre,
una pieza o varias).
Por otro lado, pienso que la estética (y la estrategia) o « poética de
la fragmentación » narrativa es, en Beirut,
mon amour, la clave para dar cuenta d’événements
traumatiques ligados al terror, a la guerra (a situaciones extremas,
límites) y…, para simplemente poder ver las cosas que no se quieren ver; hacer
que emerga una suerte de poétique de la
mémoire[2]
, en el acto mismo de escribir…
(8)
« …En ese tiempo el Líbano se hallaba en guerra; otra guerra más en el
mundo, que anunciaba la venida inminente del fin de los tiempos, de nuestro
mundo y... Y, no sé cuándo mis sueños comenzaron a pudrirse; los pájaros del
este llegaron a picotear mi casa. Me llamo Rosemonde Simon Vila-Martínez, soy
colombiana, y conocí a Jorge S. Abyad Hammoud, un libanés, mi marido, pocos años
después de la revuelta parisina de mayo del 68; tenía 19 años y me enamoré
locamente de él. Se trató de un encuentro casual, y aquí puedo decir que la
fatalidad, cuyo carácter puede ser irrisorio las más de las veces, suele
ensañarse sobre los seres humanos. El « Destino » puede aparecerse
como un cazador paciente y la palabra azar tener un carácter equívoco o inexacto:
«Ciertas casualidades ¾escribe
Pérez-Reverte¾ están
escritas de antemano, como francotiradores agazapados con un ojo en el visor y
un dedo en el gatillo, esperando el momento idóneo… ». Como si se tratase
de… « Uno de esos tantos falsos azares, planeados por ese Destino
retorcido, irónico, aficionado a las piruetas. O algo así. Una especie de dios
caprichoso y despiadado, más bromista que otra cosa. » [3] Y
fue así, creo, como conocí a Jorge Stevens, ¡qué casualidad! , sin saber
que… »
[1] (*) Sigue este
parágrafo: « Bien. Pensais je. Maintenant j’écris de telle sorte que
personne ne me comprend même plus. Aucun doute là-dessus. Personne n’a besoin
de ce genre de littérature. Mais on finira par me comprendre, de même qu’on a
toujours fini pour comprendre les peintres. Il n’y faut que du temps, et cela exige seulement de la
confiance. » (Ob. Cit., p. 117).
[2] Las páginas que siguen (en gran parte,
fragmentos del manuscrito de Beirut, mon
amour), sin embargo, ponen en evidencia la imposibilidad de lograr
totalizar la experiencia traumática del terror. La crítica Patricia Espinoza
escribe : … « Llegar al fragmento es llegar al desastre, como
territorio de lo que nunca podrá ser totalizado ». ( P. Espinoza (Cop.), Estudios críticos sobre la obra de Roberto
Bolaño, Santiago, Frasis, 2003 ; « Estudio preliminar », p.
28. Leer también el ensayo de Stéphanie Decante-Arraya, « Mémoire et
mélancolie dans Nocturno de Chile » ;
in : Karim Benmiloud et Raphäel
Estève, Les Astres Noirs de Roberto
Bolaño ; Actes de Colloque des 9 et10 Nov. 2006 à l’Univ. Michel de
Montaigne-Bordeaux 3, Press. Universitaire de Bordeaux, 2007, pp. 24-29; nota a
pie de página del autor).
(*) Paul Auster, La nuit de l’oracle ; traducc. mía;
ver nota a pie de página del fragmento
(100) -Cap. X de la novela Beirut mon
amour-, incluido en este relato.
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