domingo, 11 de junio de 2017

Beirut, mon amour (récit de la historia de un fracaso)

      … Beirut, mon amour (récit de la historia de un fracaso)

Mario Wong

Obra del artista libanés Yazan Halwani


… Flitcraft se dio cuenta que el mundo no es, como él creía, un lugar razonable y ordenado, que él se había equivocado desde el comienzo y que nunca ha comprendido nada. El mundo se rige por el azar. Los sucesos fortuitos nos acechan cada día de nuestras vidas, y esas vidas nos pueden ser quitadas en cualquier momento –sin la menor razón (*).
P. Auster

Iré al límite del abismo sin límites.
E. Vila-Matas

Au mais grande malandro do monde, el
« escritor negro », Goran Tocilovac
& también, a mi « primo » (en la ironía), E. V.-Ms.


 Fragmentos de Beirut, mon amour

(1)
Esta historia comienza en el Líbano, en Beirut, porque no puede empezar en otro sitio; es una inmersión en el caos, actual, del mundo (en lo que un artista, escultor « postmoderne», llama ¾y es el título de su exposición más reciente¾ « La Reversión del mundo », el mundo en sentido invertido). No sé qué más decir,… (y es que…, sin embargo, recién estoy en el comienzo del relato sobre la historia de un fracaso, de un fracaso escritural; de mi fracaso, mi naufragio, en el intento de escribir la novela Beirut, mon amour, y… ; y del fracaso de un…), pero esta historia empieza allí; en ese pequeño « país de los cedros », en su capital, en los años… (la novela empezaba alli; …, trato de acordar mi cordado, para… ; sí, el azar…); y, ¿empieza este relato, realmente, en Beirut? Merde !, todas esas gentes que, siempre, hablan, y hablan, bla, bla, bla, bla!, de… Voy a sumergirme completamente en el Beirut de ese tiempo que es nuestro tiempo, nuestro presente y… El mundo es criminal, la vida es criminal y yo me digo, me pregunto (« Vale verga!, qué…, quée, tú, te preguntas, quée…, qué de qué…», me diría « Cavahuil », mi amigo guatemalteco) si…,  si…, ¿siempre lo ha sido?

(2)
« …En ese tiempo el Líbano se hallaba en guerra (otra guerra más en el mundo, que anunciaba la venida inminente del « fin de los tiempos », la, verdadera, « guerra del fin del… », y …). Y, ¿no sé cuándo mis sueños comenzaron a pudrirse? « Los pájaros del Este » llegaron a picotear mi casa, y…

« Me llamo Rosemonde Simon Vila-Martínez, soy colombiana, y conocí a Jorge S. Abyad Hammoud (un libanés, quien sería mi marido, poco años después de la revuelta parisina de mayo del 68); tenía, yo, 19 años y me enamoré locamente de él. Se trató de un encuentro casual; y aquí puedo decir que la fatalidad, cuyo carácter puede ser irrisorio las más de las…

(3)
Esta mujer, Rosamonde, que caminaba de prisa, con todo el peso de su tragedia, por las calles desiertas de París, en las noches (me la encontré en una de ellas y…), con las hojas dispersas de un manuscrito (en que intentaba contar su historia toda, que.., ella, no… ; la historia de un…), acaso tenía una cita con la muerte (todos, de alguna manera la tenemos, tarde o temprano; me viene a la memoria Borges dando, en una universidad norteamericana, en Austin, una conferencia…);  sólo ella parecía tener la respuesta. Me pregunto, ahora, qué es lo que ella realmente sabía… 

(4)
 « …podía, podíamos ser felices. Acababa de tener mi primer bebe, ¾Junior H. W., « Petit- chin », « Malpita » (después vendría Lluvia Camille)¾, y la vida nos sonreía; vivíamos en el bucólico pueblito de Sylvia Cauca, en  Cali, Colombia, y el sol, cada mañana, nos hacía sentir la promesa del día que empezaba. Cali es la ciudad del sol y de las flores y de las « fermosas caleñas que son… »; hay una canción de « Peter Pimienta » Diaz (músico asesinado para no pagarle una deuda ¾¡qué malparidez!¾, ¿no era a la inversa que sucedía?): «Cali, tierra de hermosas mujeres/ Las caleñas son como las flores/ y nunca entregan sus amores sino son… » ; que es ¾allá en Cali, y la región del Cauca, el caudaloso río del mismo nombre¾ como una suerte de himno de todos los…

« Unidos en el amor, con nuestros dos hijos, habíamos decidido no separarnos jamás (« nunca digas, ¡Nunca, jamás! », es una expresión de la calle, en las ciudades de América Latina). Pero, existen y siempre aparecen esos « espíritus burlones », que hacen que se imponga el destino, que irrumpa la fatalidad; como si se tratase de algo que aparece, como una amenaza, que es… (Como algo que fuese a ocurrir o, mejor dicho, de una desgracia que, quizás « ya ocurrió »; y la fatalidad irrumpe, de pronto, y…), «  Recuerdo que no me acuerdo de nada y ese es el recuerdo más grande que… »
« ¿Por qué no logro contar lo que ocurrió? Volver al pasado y…

«… y yo lo amaba y eramos felices…, y los días transcurrían…, pero la muerte ya rondaba en torno de nuestras vidas y…  Fue una mañana soleada del mes de septiembre, 11:30 am, allá en Cali ; mi hermano mayor Roberto W. Simon Vila-Martínez abría la puerta de su casa, encaminándose al auto, parqueado junto a la acera, para ir a su estudio de abogado, ubicado en una de las calles céntricas de la ciudad; lo habían amenazado, ya varias veces (lo llamaban, insistentemente, por teléfono), pero él no se amilanaba; le seguían los pasos (le dije que saliese del país; y él, que « No, si yo empiezo por irme, que va a pasar con… »). En la calle quedó el « mancito », muy grave; su cuerpo tirado ¾con siete balas, dos en la cabeza¾, en un baño de sangre que corría hacia unos de los extremos de la vereda (y los asesinos, guardando sus armas, se dieron a la fuga en moto); un helicóptero lo trasladó de urgencia a un hospital. A los pocos meses salí de Cali ¾con Jorge Stevens, mi marido, y mis dos hijos, aún pequeños¾, no he vuelto a Colombia, desde esa fecha aciaga y… Hasta el día de hoy todo esto permanecía dentro de mí, evitaba hablar de ello; no quería recordar y, ahora, no sé por qué cuento estas cosas que…, por qué vuelven a…, y se repiten… ; a mi mente afluyen así las imágenes, una tras otra y…, (también, una suerte de melancolía  me embarga; de poder estar, otra vez allá, en mi Sylvia Cauca querida);  pero, yo sé que no puedo seguir callando, viviendo más así y que…, es necesario que… » (Páginas del manuscrito de Beirut, mon amour)
Yazan Halwani

(5)
Quería escribir Beirut, mon amour; mi primera novela, sabía que era obligatorio que yo la escribiese, pero me parecía casi imposible. Sobre todo, los pasajes a los que dedicaba tanto tiempo y esfuerzo, y en los que debía condensarse, destilarse, de alguna manera, toda la materia de la novela (venía, yo, de la poesía, y me atormentaba por esas oleadas líricas que, aún, invadían mi prosa. Tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para entrar en el ritmo, en la respiración de la prosa; lo que me exigía, en los inicios, escribir largos relatos, como si me entrenase para carreras de largo aliento. Tuve que hacer a un lado toda esa facilidad lírica, característica de mis años jóvenes en que participé en revistas de literatura, que eran fundamentalmente revistas de poesía).  Abordar esta novela me lo exigía (hubiese  sido mejor que toda esa facilidad lírica juvenil hubiese ya desaparecido por completo); como Hemingway ¾en París era una fiesta¾ podría haber escrito, « poseía, aún, la facilidad lírica de la edad temprana, aussi périssable e inconsistente como la juventud misma. Yo sabía que era lo mejor, sin duda, haberla perdido ya, pero yo sabía que debía escribir la novela… » (Folio, Ob. Cit., p. 118). Pero, no, Beirut, mon amour, lo pensaba, me exigía beber en las fuentes de la poesía más auténtica. No se trataba, indiscutiblente, de recurrir a la « prosa poética », sino … Me decía que era lo mejor ¾para mí y la novela que intentaba escribir (en capítulos posteriores, del manuscrito de esta novela, aparecían algunos textos, « recuperables », del escribidor que era yo, y del escritor en que quería… ; con toda esta problemática del crimen, el arte y la literatura, de l’autre, du double, de la copia que…, y del fracaso, de mi fracaso con la historia que…; y, de toda la impostura que…)¾, que en eso no había ni vuelta que darle, y que no debía retroceder. Escribía en el límite de…, al borde del abismo y…

(6)
Las conexiones poéticas « forman parte esencial de la configuración de El mar de Sirtes » (la novela que fuese premiada con el Goncourt en 1951, premio que Julien Gracq rechazó); estas van desde el lenguaje nervalíano de la locura, pasando por el furor virgen  e iluminatorio de Rimbaud, hasta la modernidad del alma errante de Nadja, de Breton. Esta novela inconfundible moderna de Gracq nos da ¾según  Enrique Vila-Matas¾ « una visión escalofriante del terrorífico y estéril, tembloroso porvenir que a Occidente le espera… ahí está otro de los aspectos que hacen tan actual este libro. Percibe el futuro. Debido a esto, la misma novela es una sorprendente aproximación a lo que nos está sucediendo ahora, es la narración de una espera y el anuncio de una renovación que nunca llega, una historia de iniciación, y naturalmente la oscilación entre el secreto y una posible revelación, que, a través casi siempre con la muerte, resulta ser al final la revelación del relato en sí, la triunfal afirmación de la literatura sobre el mundo… » (E. Vila-Matas, Perder teorías, p. 40-42)

(7)
La « teoría del iceberg », de Hemingway, me es muy útil (en esta etapa incierta de caos de la mundialización, de lo incierto ¾en esta era de invasión de la « realidad virtual »¾, de la « guerra del fin de los tiempos, del fin del… »; de nuestro mundo) para « dar cuenta » de lo que sucede; recurro a ella en la aplicación de lo que denomino la « poética de la fragmentación »;  ambas permiten que el lector encuentre, ¿encuentre ?, un cierto sentido en la historia o historias que se entrecruzan en esta novela. En París era una fiesta, Hemingway, a propósito de una nouvelle (Hors de saison), sostiene que, él, « voluntariamente había omitido contar el fin, esto es que el viejo se colgaba. Esta omisión se debía a mi nueva teoría, según la cual se podía omitir no importa qué parte de una historia, a condición de que se trate de algo deliberado, pues la omisión daba más fuerza al relato y así el lector sentía más, todavía, que él no comprendía …(*[1]) ». Para Hemingway, según esta « teoría del iceberg », la mayor parte de una historia (o de las historias, « fragmentadas », que se cuentan; de los relatos que se entrecruzan) debe ¾como si de un iceberg se tratase¾, permanecer oculta; eso acentúa la eficacia narrativa, intensificando la intriga, lo que hace que el lector tenga que jugar un rol activo, leyendo entre líneas (entre fragmentos de la historia, de las historias) para intentar saber qué ocurrió, lograr armar el puzzle (sabiendo que faltaría, siempre, una pieza o varias).

Por otro lado, pienso que la estética (y la estrategia) o « poética de la fragmentación » narrativa es, en Beirut, mon amour, la clave para dar cuenta d’événements traumatiques ligados al terror, a la guerra (a situaciones extremas, límites) y…, para simplemente poder ver las cosas que no se quieren ver; hacer que emerga una suerte de poétique de la mémoire[2] , en el acto mismo de escribir…
 
Yazan Halwani_Alí Abdalah

 (8)
« …En ese tiempo el Líbano se hallaba en guerra; otra guerra más en el mundo, que anunciaba la venida inminente del fin de los tiempos, de nuestro mundo y... Y, no sé cuándo mis sueños comenzaron a pudrirse; los pájaros del este llegaron a picotear mi casa. Me llamo Rosemonde Simon Vila-Martínez, soy colombiana, y conocí a Jorge S. Abyad Hammoud, un libanés, mi marido, pocos años después de la revuelta parisina de mayo del 68; tenía 19 años y me enamoré locamente de él. Se trató de un encuentro casual, y aquí puedo decir que la fatalidad, cuyo carácter puede ser irrisorio las más de las veces, suele ensañarse sobre los seres humanos. El « Destino » puede aparecerse como un cazador paciente y la palabra azar tener un carácter equívoco o inexacto: «Ciertas casualidades ¾escribe Pérez-Reverte¾ están escritas de antemano, como francotiradores agazapados con un ojo en el visor y un dedo en el gatillo, esperando el momento idóneo… ». Como si se tratase de… « Uno de esos tantos falsos azares, planeados por ese Destino retorcido, irónico, aficionado a las piruetas. O algo así. Una especie de dios caprichoso y despiadado, más bromista que otra cosa. » [3] Y fue así, creo, como conocí a Jorge Stevens, ¡qué casualidad! , sin saber que… »





[1] (*) Sigue este parágrafo: « Bien. Pensais je. Maintenant j’écris de telle sorte que personne ne me comprend même plus. Aucun doute là-dessus. Personne n’a besoin de ce genre de littérature. Mais on finira par me comprendre, de même qu’on a toujours fini pour comprendre les peintres. Il n’y faut que du temps, et cela exige seulement de la confiance. » (Ob. Cit., p. 117).

[2]  Las páginas que siguen (en gran parte, fragmentos del manuscrito de Beirut, mon amour), sin embargo, ponen en evidencia la imposibilidad de lograr totalizar la experiencia traumática del terror. La crítica Patricia Espinoza escribe : … « Llegar al fragmento es llegar al desastre, como territorio de lo que nunca podrá ser totalizado ». ( P. Espinoza (Cop.), Estudios críticos sobre la obra de Roberto Bolaño, Santiago, Frasis, 2003 ; « Estudio preliminar », p. 28. Leer también el ensayo de Stéphanie Decante-Arraya, « Mémoire et mélancolie dans Nocturno de Chile » ; in : Karim Benmiloud et Raphäel Estève, Les Astres Noirs de Roberto Bolaño ; Actes de Colloque des 9 et10 Nov. 2006 à l’Univ. Michel de Montaigne-Bordeaux 3, Press. Universitaire de Bordeaux, 2007, pp. 24-29; nota a pie de página del autor).
[3] Arturo, Pérez-Reverte, El francotirador paciente, Madrid, Alfaguara, 2013, p. 15.




(*) Paul Auster, La nuit de l’oracle ; traducc. mía;  ver nota a pie de página del fragmento (100) -Cap. X de la novela Beirut mon amour-, incluido en este relato.

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